martes, 28 de julio de 2009

A Dios rogando y con el mazo dando


                         Hoy leía que un "picapedrero" puede golpear una piedra noventa y nueve veces sin ningún efecto aparente, ni siquiera una grieta en la superficie.  Pero con el centésimo golpe, la piedra se parte en dos.  No fue el golpe final el que lo logró, sino todos los anteriores.

Lo mismo pasa con nuestro camino de maduración, cambio y progreso en la vida de uno.  Ya puede ser el aprender a aceptar las limitaciones de mi pareja o compañero de trabajo, ya puede ser el camino de dejar de ser protagonista en todo, ya puede ser mi lucha con mi autocompasión o el dejar de controlar a todo el mundo dejando de decir lo que tiene que hacer cada persona de mi alrededor... cualquier objetivo de trabajo personal de maduración y cambio a mejor calidad de vida puedo perseguirlo por meses y sin resultados concretos, e incluso convencerme de que estoy perdiendo el tiempo y ya con ganas de tirar la toalla.

El PRINCIPIO ESPIRITUAL que aprendemos y practicamos es la PERSEVERANCIA, si continuo intentandolo, si continúo compartiendo con alguien que me oriente, examinando mis aciones a corregir, si no dejo de pedir ayuda en la oración a Dios, sigo compartiendo mis esfuerzos con alguien, no dejando de buscar la paciencia conmigo mismo... al final, un día me despertaré y encontraré que YO he cambiado (no que las cosas han cambiado). 

Descubriré que he logrado la aceptación, el desprendimiento de querer controlar la vida de otros, la humildad de no tener que estar en todos los asuntos, una autoestima mayor o mayor serenidad frente a los problemas de la vida.

A lo largo del camino me encontraré que los resultados irán apareciendo cuando menos lo espere... pero no olvidaré que éstos fueron fruto de muchos meses de arduo trabajo y de poner la confianza en Dios quien nos daría la fuerza y el entusiasmo para seguir cambiando y madurando.  

Como dice el refrán: "A Dios rogando pero con el mazo dando", es decir, nuestra confianza y fuerza en que todo es posible la ponemos en Dios, pues de Él viene la fuerza; pero el arduo trabajo y la perseverancia en cambiar y crecer a mejor sigue siendo nuestra responsabilidad.

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