martes, 13 de septiembre de 2011

Aprendemos a crecer de forma consiente

La madurez es un camino que pide un constante esfuerzo consciente de llevar acabo actos que me ayuden a crecer.

Me doy cuenta como mi mente se llena en el día día de una lista sin fin de cosas a hacer. Muchas veces movido por las necesidades que surgen, otras veces movido por mis propios deseos, y también por cosas que hay que ir planificando. En medio de todo esto es muy fácil dejarse conducir por los acontecimientos sin prestar atención o ser consciente de que lo que estoy haciendo me hace bien.

Es muy distinto salir al encuentro de una persona que me necesita y sin mas le presto ayuda para luego continuar con mis quehaceres; a hacer un acto consciente de amor prestando toda atención a lo que en ese momento esa persona requiere de mi, poniendo mi mente, corazón y fuerzas. Quizás el tiempo que me lleva ese acto es el mismo en ambas situaciones pero la vivencia interior es muy distinta. En la primera vivo en el "hacer"; en la segunda vivo en el "ser". En la primera hay un acto consciente de decisión de hacer algo en ese momento que surge de la necesidad o de lo planificado; en la segunda vivo en una actitud consciente de querer plasmar en actos unos determinados valores que se enraízan en lo profundo de mi ser. Si en la oficina un compañero me pide ayuda o si en la calle una señora mayor necesita de una mano para cruzar, es distinto salir al encuentro del otro movido por la necesidad (motivación que nace desde fuera), a salir al encuentro del otro por una decisión interior consciente de querer hacer un acto de amor (motivación que nace desde dentro), fruto del deseo de querer vivir mi día a día en actos de amor.

Los grandes maestros de vida espiritual de la historia ya decían que el amor no es un sentimiento, sino un acto consciente de la voluntad. Esta definición es una puñalada a la mentalidad actual.

La vida madura, crece y se transforma en la medida que valores y actos se entrelazan por decisiones conscientes, es decir, que los valores enraizados en mi ser se van plasmando de forma consciente en actos, y la practica consciente de estos actos hacen simultáneamente que los valores configuren mi vida. De esta forma se va desarrollando una riquísima vida interior.

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